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Lugares de memoria y tradiciones vivas de los pueblos ñañha de Tolimán. La Peña de Bernal, guardián de un territorio sagrado

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Lugares de memoria y tradiciones vivas de los pueblos ñañha de Tolimán. La Peña de Bernal, guardián de un territorio sagrado
000131AQUE0142008

diegoprietoh@yahoo.com
Clave

AM3-QRO-1-86
Ámbitos representados por el elemento

Prácticas sociales, rituales y actos festivos
Conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo
Nombre de las comunidades involucradas

San Antonio de la Cal, San Pablo San Migue Horno de Cal, Peña Blanca, San Pedro, El Chilar, El Molino Lindero, Granjeno, Rancho Guadalupe, La Cebolleta Casas Viejas, Barrio de García, Los Rincones, Los Eucaliptos, Casa Blanca, Cerrito Parado, Maguey Manso, Puerto Blanco, El Saucito, Bomintzá, Mesa de Chagoya, Mesa de Ramírez, El Tule, Sabino de San Ambrosio, Los González Lomas de Casa Blanca, La Estancia Panales, Gudiños. Municipio de Tolimán. Bernal, municipio de Ezequiel Montes. El Poleo, Salitrera (Presa de la Soledad), El Carrizal, Nogales, Los Trigos, Pueblo Nuevo, El Fuenteño, Ejido Patria, Municipio de Colón Higuerillas, El Jabalí ,La Florida, Municipio de Cadereyta de Montes.
Descripción del elemento

El elemento propuesto es un territorio simbólico, entendido como un espacio geográfico que, sin perder sus características naturales topográficas y ecológicas, ha sido marcado por el sello distintivo de la intervención humana, no solamente en el plano de lo visible, sino también y sobre todo en el ámbito de lo simbólico, configurándose así como un territorio construido culturalmente. Como cualquier construcción simbólica, el territorio se construye a partir de expresiones materiales, objetivas o tangibles (en el sentido de perceptibles), que incorporan sentidos, valores o significados que sólo existen en el ámbito de las relaciones interpersonales, subjetivas o ideales (y en ese sentido intangible). Así, la construcción cultural del territorio supone la existencia de una tierra, y con ella de un conjunto de accidentes u objetos que la caracterizan y le dan singularidad, a partir de los cuales los grupos humanos pueden establecer nociones de ubicación, territorialidad, propiedad, pertenencia, límite o frontera, que le permiten definir un territorio y ubicarse en el mismo. Ar hai, se utiliza en ñhañha para referirse indistintamente a la tierra que se cultiva, al terreno que se posee, al territorio o lugar donde se establece un pueblo y a la región donde se encuentran distintos pueblos relacionados entre sí. Se trata entonces del territorio, entendido como el espacio de la reproducción económica, social y cultural de las comunidades otomí chichimecas que ocupan esta parte del semidesierto queretano. Los lugares de memoria de los pueblos otomí chichimecas del semidesierto, constituidos fundamentalmente por los cerros sagrados, los manantiales y las capillas familiares, son resultado de la intervención del ser humano en la naturaleza y forman parte de un territorio simbólico y material, marcado por la presencia de expresiones culturales únicas de los pueblos otomí-chichimecas, que han permanecido vivas y se han ido trasformando, gracias a su capacidad de adaptación y al uso sustentable de los recursos naturales. Este elemento cultural, involucra una serie de atributos que le son propios, tales como los cerros y sitios sagrados, conectados y significados en el ámbito simbólico y territorial mediante rutas de peregrinación; las doscientas sesenta capillas familiares, que incorporan valiosas manifestaciones de la cultura material de aquellos pueblos, incluyendo sus imágenes religiosas, sus pinturas murales, sus ofrendas, así como los calvarios y chimales asociados a dichas capillas; las fiestas y ritos tradicionales, que refrendan la identidad y la memoria comunitarias y que se nutren con singulares expresiones culturales en la danza, la música, la gastronomía, la medicina tradicional y la lengua otomí o ñañha. De esta manera, consideramos que los principales componentes que singularizan y dan relevancia a este elemento cultural son los siguientes: El triángulo simbólico que forman los cerros el Zamorano y el Frontón, en el eje poniente-oriente, y la Peña de Bernal en el vértice sur del territorio aludido, que permiten configurar una geografía sagrada sustentada en el conocimiento y la apropiación simbólica del entorno natural sobre la base de una cosmovisión propia. Las rutas de peregrinación que se dirigen al Frontón y al Zamorano, así como el ascenso de grupos diversos a la peña de Bernal, alrededor de las celebraciones de la Santa Cruz, que ratifican la existencia de un territorio simbólico que sustenta la identidad y la permanencia de los pueblos que se asumen como parte de éste. La prevalencia de un conjunto de fiestas comunitarias que marcan un calendario ritual en el que se ponen de manifiesto las diversas actividades que las comunidades realizan a lo largo del año, de acuerdo con una tradición viva, para rendirle culto a la divinidad, a sus santos y sus antepasados, para propiciar un buen temporal, solicitarles protección y ayuda, y agradecerles por la obtención de sus bendiciones, dones y alimentos. La fusión entre la memoria batalladora, indomable y trashumante de las tribus chichimecas, y la lengua y tradición de los otomíes o ñañha, que constituyen uno de los grupos etnolingüísticos más antiguos y numerosos de mesoamérica, desde la época prehispánica hasta la actualidad. Una expresión cultural de la mayor elocuencia para comprender la singularidad de los pueblos otomí chichimecas es la presencia del chimal , impresionante estructura efímera que, a manera de ofrenda, se levanta en las principales celebraciones comunitarias como emblema de la resistencia y símbolo de vitalidad y pertenencia. La presencia de 258 capillas familiares, llamadas también t’ulo nijö dega södi (iglesitas de rezo o capillas oratorias), que constituyen el espacio ritual en que se expresa la veneración a los antepasados, y en que se estructuran los grupos parentales, por lo que permiten ordenar el espacio urbano y social de estas comunidades. La majestuosidad y la belleza natural del gran monolito de Bernal, impresionante formación geológica que desde tiempos prehispánicos ocupó la atención de los moradores del territorio y que hasta la actualidad representa un lugar de enorme carga simbólica para las comunidades indígenas de sus alrededores, así como inspiración para muchos escritores, artistas, cineastas y naturalistas.
Funciones sociales y culturales

Los pueblos otomí-chichimecas, o ñañha, del semidesierto, mantienen viva en sus tradiciones la memoria y el orgullo de haberse enfrentado al conquistador y preservado su identidad; ello se manifiesta en la veneración a sus antepasados mecos, en la presencia de cruces, capillas y calvarios erigidos en su honor, en la vitalidad de expresiones efímeras tan notables como el chimal, que acompaña la celebración de sus principales fiestas comunitarias, así como en la vigencia de una visión del mundo que reconoce la existencia de un territorio propio, marcado por la presencia de cerros sagrados (la Peña de Bernal, el pinal del Zamorano y el cerro del Frontón, entre otros), y que encuentra en el agua el eje simbólico que organiza su concepción del mundo y de la vida, y que articula su calendario ritual vigente. Las peregrinaciones que realizan las comunidades otomí chichimecas a los cerros del Zamorano y del Frontón, son testimonio vivo de la memoria y el culto a sus antepasados chichimecas, quienes durante siglos ocuparon este territorio, se resistieron al sometimiento y les heredaron estas tierras, en las que con determinación han sobrevivido hasta la actualidad. Esta memoria colectiva remite a una tradición cultural ancestral de la que casi no queda nada, pues la mayor parte de los grupos chichimecas existentes en el centro norte de México, los cuales formaban parte de las numerosas culturas tribales de cazadores recolectores existentes en América del Norte a la llegada de los europeos al continente, fueron eliminados o disueltos como tales en los tres siglos de la ocupación española sobre el territorio mexicano, por lo que su continuidad y preservación adquieren un especial interés para la salvaguarda de la diversidad cultural de México y de la humanidad. Las iglesias y capillas familiares, las cruces y chimales, las pinturas murales y los pequeños calvarios, la medicina tradicional, la música, las danzas y las costumbres gastronómicas, que forman parte de la cultura de estas comunidades, son expresiones sobresalientes y únicas de las adaptaciones y cambios que vivieron los pueblos originarios de México a lo largo de casi cinco siglos, a partir de la irrupción de los españoles en el territorio, dando lugar, en esta región semidesértica del centro norte de México, a la configuración de un horizonte cultural en que se combinaron pautas provenientes de los grupos chichimecas seminómadas que hasta el siglo XVI subsistían en el territorio, y de los pueblos agrícolas mesoamericanos que se desplazaron hacia esta región, con las estrategias de evangelización y de control impuestas por los conquistadores españoles sobre la población indígena. Las capillas familiares otomí chichimecas constituyen lugares de memoria característicos de los pueblos otomíes, en los que se desarrollan diversas actividades rituales, ajenas al culto católico oficial, que se relacionan con la veneración de los antepasados, la comunicación con los difuntos, la organización familiar, la configuración de barrios de linaje y la estructuración de los sistemas de cargos dentro de la comunidad. Este elemento cultural, al que hemos denominado: “Lugares de memoria y tradiciones vivas de los pueblos ñañha de Tolimán. La Peña de Bernal, guardián de un territorio sagrado”, es una obra conjunta del hombre y la naturaleza, que da lugar a un territorio material y simbólico, significado por la presencia de tradiciones culturales vivas que singularizan a los pueblos otomí chichimecas que en él se desenvuelven, las cuales han perdurado y se han ido trasformando a lo largo de los siglos. Se considera que el reconocimiento del conjunto cultural: “Lugares de memoria y tradiciones vivas de los pueblos ñañho de Tolimán. La Peña de Bernal, guardián de un territorio sagrado”, como patrimonio inmaterial del mundo, ayudará poner a la luz una cultura poco conocida, incluso negada durante siglos por los grupos dominantes, misma que ha sido producida y defendida por un grupo de comunidades hermanadas que, a pesar de los embates de la globalización, la exclusión social y la negación étnica, han podido mantener una tradición y una matríz cultural propias. Es de destacar que esta cultura se ha reproducido en un espacio geográfico caracterizado por su aridez y precariedad, lo que da muestra de la creatividad y la adaptabilidad de los grupos humanos. Este reconocimiento contribuirá sin duda a favorecer la reflexión y el diálogo entre los diversos grupos indígenas, entre los pueblos indígenas y la sociedad mexicana en su conjunto, y entre los mexicanos y la inmensa comunidad de las naciones que han suscrito la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial.
Riesgos

Dado que el elemento cultural aquí presentado se asocia con la vida diaria de las comunidades involucradas son muchos los elementos que pueden considerarse que afectan a la manifestación cultural aquí propuesta; tratando de resumir consideramos como los elementos fundamentales de riesgo los siguientes: • El deterioro, alteración de entorno ecológico que despoje de los productos rituales, alimentaciones y medicinales a las comunidades • La enajenación de los espacios y rutas sagradas por actores externos a las comunidades ñañha • La falta de población joven interesada en heredar los conocimientos tradicionales, • La introducción de ideas modernizadoras difundidas por diversos sectores de la sociedad que tienden a la erradicación y desvaloración de las formas culturales tradicionales, como ejemplo podemos mencionar: • Limitada organización de parte de la población local para el resguardo del patrimonio cultural. • La presencia de intereses de comercialización del patrimonio cultural de parte de actores externos a la región. • La marginación y la pobreza en la que se desenvuelven la mayoría de las comunidades • Medidas de salvaguardia y fortalezas que favorecen el resguardo y protección del elemento En primer lugar cabe destacar que existe una clara determinación de las comunidades indígenas de la región para conservar, aprovechar y reivindicar ante el mundo su cultura, su lengua y sus tradiciones, incluyendo su lengua, sus creencias, sus relatos, sus saberes, sus fiestas y celebraciones que la gente reconoce como su 'costumbre'. Desde el año 2005, el Gobierno del Estado de Querétaro, a través de la Secretaría de Desarrollo Sustentable, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, la Secretaría de Turismo y la Comisión interinstitucional y multidisciplinaria creada expresamente para tal efecto, con el respaldo del Gobierno Federal, a través de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), han emprendido un gran proyecto encaminado a promover la investigación, la recuperación, la protección, la difusión y el aprovechamiento sustentable del patrimonio cultural y natural de los pueblos otomí chichimecas que habitan el semidesierto queretano. En este proyecto, se ha tomado en cuenta la dimensión cultural y natural del territorio étnico, en cuatro grandes ámbitos de trabajo, estrechamente relacionados en un mismo conjunto cultural: a) El entorno natural, b) El patrimonio construido, c) Fortalecimiento de las expresiones vivas y d) Desarrollo social Este interés se ve favorecido y encuentra respaldo en diversos programas institucionales, como el que impulsa la CDI, a través del programa de Fomento y desarrollo de las culturas indígenas; el que lleva a cabo el INAH, mediante su proyecto nacional de Etnografía de las regiones indígenas en el nuevo milenio; el Programa de apoyo a las culturas municipales y comunitarias (Pacmyc), promovido por la Unidad Regional de Culturas Populares Querétaro; los proyectos que desarrollan investigadores de la Universidad Autónoma de Querétaro y profesores de la Dirección de Educación Indígena de la Secretaría de Educación para el rescate y divulgación de la lengua ñhañha; el programa de promoción turística Pueblos mágicos, que operan las autoridades federales y estatales de turismo, y que comprende dentro de esa denominación a Bernal y sus alrededores. Para la identificación de los riesgos y posibles medidas de salvaguarda fue fundamental la Consulta que se realizó en el 2006, (por la CDI) la cual tenía como objetivo informar y conocer la opinión de los habitantes de la región, bajo la iniciativa del Gobierno del Estado y de la Comisión interinstitucional y multidisciplinaria creada con la finalidad de impulsar un gran proyecto de promoción cultural en el semidesierto queretano. Se inició un proceso de inclusión comunitaria, sustentado en acciones de información, discusión y participación, que nos permitieron incorporar, ante todo, el punto de vista de la población, y particularmente de las comunidades indígenas. La consulta a las comunidades de la región se dividió en tres etapas: La primera consistió, en la realización de reuniones con los cuatro cabildos municipales de la región; la segunda etapa implicó la realización de dos reuniones informativas y de consulta, con la participación de autoridades civiles y religiosas, así como la población directamente involucrada en el cuidado y reproducción del patrimonio cultural. La tercera etapa se dirigió a la realización de una amplia consulta entre la población en general, a través de dos mecanismos: La realización de cinco talleres participativos microregionales, y el levantamiento de una encuesta de opinión en 1,195 hogares indígenas. Los resultados de ambos instrumentos permitieron obtener información diagnóstica de gran valor sobre los intereses y percepción de la población en relación con su patrimonio cultural y natural, ubicar los problemas y necesidades que ellos identifican, y recoger una serie de propuestas emanadas de las comunidades involucradas, para perfilar de manera más clara su identificación y su participación en el proyecto. A partir de la información recabada se ha iniciado la puesta en marcha del Plan de manejo interinstitucional que tienen los siguientes objetivos • objetivo general : Garantizar el reconocimiento y la salvaguarda del patrimonio inmaterial, reconociendo a la población local que habita este territorio como el actor principal del elemento cultural; impulsar su desarrollo sustentable y adoptar una política pública que corresponda con las expresiones del patrimonio cultural del área central de estudio y de las posibilidades de acción de los miembros de las comunidades. Los objetivos específicos para este plan son: - Mejorar las condiciones de vida de la población que sustenta el paisaje cultural. - Promover la educación como uno de los elementos primordiales de la salvaguarda del patrimonio inmaterial. - Construir modelos de participación social en relación con el patrimonio, tanto por medio de un espacio de diálogo y reflexión entre población e instituciones, como el Centro Otomí Chichimeca de Investigación y Estudio para los Indígenas. - Reconocer, valorar y diseñar acciones para la salvaguarda de las expresiones de patrimonio cultural inmaterial. - Ampliar el marco jurídico para la salvaguarda de los elementos que conforman el paisaje cultural. - Contar con instrumentos que den certidumbre a las acciones de salvaguarda del patrimonio. - Crear mecanismos para dar seguimiento a la implementación del plan y evaluar a través de los periodos establecidos, la pertinencia de este instrumento. Entre las acciones específicas ya iniciadas podemos destacar: • Declaratoria de Área Natural Protegida de la Peña de Bernal (Municipios de Ezequiel Montes y Tolimán) Declaratoria de Área Natural Protegida del Pinal del Zamorano (Municipio de Colón) y Declaratoria de Área Natural Protegida del Cerro de El Frontón (Municipio de Cadereyta). • El proyecto de conservación y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales en la comunidad de San Antonio de la Cal • La realización de inventarios del patrimonio cultural construido e inmaterial • La investigación antropológica y el registro etnográfico de diversos rituales en la región • La conformación de un sistema de información geográfica en el cual es posible ubicar de manera precisa las capillas y vincular la ficha de información con el programa de inventario de capillas, anteriormente descrito, con archivos fotográficos de las mismas. Con este sistema se pretenden incorporar los planes, los programas y los referentes al patrimonio cultural edificado, con el Sistema de Información Geográfica del Estado de Querétaro (SITEGEQ).
 
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Fecha de última modificación: 4 de octubre del 2012, 0:59
Información proporcionada por:
Red Nacional de Información Cultural
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