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Charrería, tradición ecuestre en México

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Charrería, tradición ecuestre en México
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Ámbitos representados por el elemento

Prácticas sociales, rituales y actos festivos
Ubicación geográfica y alcance del elemento

Nacional
Nombre de las comunidades involucradas

Todos los Estados de la República Mexicana
Descripción del elemento

La conquista de México marcó un cambio estructural en el modo de vida de los pueblos mesoamericanos, los conquistadores trajeron consigo elementos desconocidos para éstos, entre otros, las armas de fuego y el caballo. Destacaron como las principales ramas de la producción, la agricultura, la minería y la ganadería, éstas fueron generadoras de riqueza; la introducción del ganado por parte de los colonizadores fue uno de los elementos que originó un nuevo tipo de economía en el territorio de la Nueva España. La actividad ganadera no sólo jugó un papel importante en la economía sino que también influyó en la forma de ser, las costumbres y en general en la conciencia colectiva de la sociedad rural. Durante la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII el ganado se multiplicó en forma acelerada en el territorio de la Nueva España para luego devenir a lo largo del XVII en una producción estable. Se propició la concentración de extensiones de tierra, a los beneficiarios se les obligaba a poblar sus tierras con números importantes de ganado tanto menor como mayor. A estas extensiones de tierra se les denominó Estancias. En la segunda mitad del siglo XVIII las estancias mexicanas por excelencia fueron las de ganado mayor y las de cría de ganado caballar y mular, las cuales alcanzaron un desarrollo importante en el centro y norte del país, de tal manera fue necesario amansar y arrendar a los caballos que servirían para el manejo del ganado surgiendo así los arrendadores quienes desempeñaban su tarea con conocimiento y recomendaciones obtenidas por tradición oral, de esta forma se originó el desarrollo de la equitación mexicana. La necesidad de guardar orden en la crianza del ganado llevó a los estancieros, y posteriormente a los hacendados, a crear sistemas de control para lo cual se organizaban los herraderos, los cuales se hacían para marcar el ganado y registrarlo. Los encargados de efectuar la faena de herrar fueron los vaqueros quienes, para poder ejecutarla, recurrieron al uso de la reata, ya que tenían que lazar a la bestia, derribarla y marcarla. No obstante que el herrar era parte del trabajo que debía de realizarse para el control de la cría de ganado en las haciendas, los herraderos fueron motivo de regocijo y celebración pero sobre todo de convivencia ya que participaban jinetes de otras haciendas o ranchos, que rompían así con la monotonía del trabajo diario. Surgieron también los capaderos (coleaderos), tusaderos y otra serie de juegos y diversiones a caballo como el desjarretar, el juego de cañas o el correr de la sortija. Es así como aparecen los jinetes mexicanos, fueron el embrión de lo que años después se consideraran los charros mexicanos.

Desarrollo Histórico. En el siglo XVIII la economía de la Nueva España tuvo un importante desarrollo, el auge fue palpable en la segunda mitad del período, manifestándose en la minería, la agricultura, la ganadería y en la manufactura sobre todo de textiles. En un país con un territorio tan extenso como era México, las haciendas y los ranchos aumentaron su producción y crecieron los mercados locales y regionales, lo cual produjo cargas de trabajo importantes para los vaqueros; sin embargo, ante el tedio de la vida y las labores diarias se abrió una enorme posibilidad de aniquilar el aburrimiento al organizar el trabajo entre diversas haciendas y sus propios trabajadores quienes una vez cumplidas las tareas de la crianza del ganado se dedicaban a convivir, siendo este uno de los factores que le dio vida a la charrería, las faenas de campo se convierten desde ese entonces en motivo de coexistencia y articulación social. En este siglo el hombre de a caballo utiliza vestimentas y accesorios cuyos orígenes se encuentran en España, sin embargo los jinetes mexicanos muestran hábitos nuevos, los cuales están relacionados con la práctica de la equitación mexicana así como por el trabajo diario de las haciendas. La vestimenta del jinete del campo recurrió a la vaqueta o a la gamuza para la confección de sus prendas por ser este material más resistente a los ordinarios. Se llevan sobrepuestas prendas hechas de piel como calzoneras y chaparreras. Hay en el país abundancia de plata la cual se manifiesta en las vestimentas, se usan inmoderadamente los adornos y colores, por lo que se empezó a utilizar el término de charro para designarlos. De igual manera los hábitos al montar muestran originalidad y se consolidan para formar una tradición ecuestre que se transmite de generación en generación, de manera singular se doma, amansa y monta a la mexicana, surge como parte de este proceso la silla de montar mexicana diseñada y estructurada para los trabajos de manejo de ganado en el campo mexicano, el uso de la reata para lazar al ganado se vuelve indispensable y como respuesta la silla mexicana presenta los elementos necesarios para la ejecución de la faenas de soga así como para su transporte y protección. El uso de la reata y la forma de lazar son únicos y originales de nuestro país, aparecen también en este siglo los movimientos artísticos que constituyen el llamado floreo de reata. Esta manera distinta de montar también utiliza herramientas únicas y diferentes a las traídas por los españoles; frenos, espuelas y estribos tienen un diseño dispar al hispano y al de otras latitudes. Los textiles en la silla de montar tales como sarape, cincho y mantillas son realizados con diseños y materiales que provienen de diversas regiones del país. Al igual que la silla de montar, las vestimentas son elaboradas por finos artesanos quienes desarrollan un trabajo original en sombreros, trajes, botonaduras, bordados y corbatas, por citar algunos. El siglo XIX, es en la historia de México un período de cambios importantes en el largo proceso de formación de la nación mexicana. México logra su independencia pero también sufrió invasiones de potencias extranjeras, tales como la invasión Norteamericana y la Intervención Francesa. Durante las luchas armadas muchos insurgentes, gente de campo y rancheros se destacaron por sus proezas a caballo, los charros lo mismo lazaban realistas que los manteaban (se lanzaban a la carga llevando su reata amarrada por un extremo a la cabeza de la silla y el otro atada a la cabeza de la silla de algún compañero). Son varios los héroes charros que participan en los conflictos independentistas; Pedro Nava, Albino García, por citar algunos. Hacia finales de siglo durante la etapa histórica llamada el Porfiriato (1877-1910) la gran propiedad se dedicó a extender sus dominios y acrecentar sus áreas de ganadería; dentro de este escenario se desempeñaron un mayor número de trabajadores que se dedicaban a la ganadería para quienes era de vital importancia el uso del caballo en sus labores. De estos trabajadores hubo quienes comenzaron a realizar las lides charras como espectáculo con el afán de hacer de ellas una profesión. Por lo tanto, se logra establecer una clara diferencia entre las de tipo ordinario u obligatorio como parte de la jornada con que se gana el diario sustento, de aquéllas realizadas por el sólo placer de diversión. Sin embargo, ante la popularidad de los lances vaqueros de lazar, colear y jinetear ejecutados por divertimento en las haciendas y, en general en el campo, estos empezaron a ser objeto de cierta retribución monetaria. Estos charros recorrían poblaciones como actores ambulantes, su destreza era el resultado de la cotidianeidad de las faenas vaqueras. Destaca en este período histórico y en el de la Revolución Mexicana la figura de Emiliano Zapata como uno de los íconos más representativos de la Charrería, sus habilidades charras fueron motivo de fama así como su entrega a la lucha revolucionaria. Hacia finales del Porfiriato, la tradición charra cayó en desuso. Fueron más populares las carreras de caballos, el teatro de revista y otros deportes “modernos”, la charrería estuvo así a punto de perderse ya que durante la lucha armada revolucionaria no se registró actividad charra importante debido a la atrocidad del conflicto. Sin embargo, hacia 1921 habiendo terminado las contiendas bélicas y ya bajo el gobierno del Gral. Álvaro Obregón se desarrolla una política de Estado que tiene como fin el regreso a la las costumbres, tradiciones y artes mexicanos. Es dentro de ese escenario que un grupo de charros establecidos en la Ciudad de México deciden recuperar la tradición charra y para ello constituyen la Asociación Nacional de Charros, A.C. la cual se da a la tarea de crear los estatutos y reglamentos que sirvieron de plataforma para organizar la charrería a lo largo y ancho del país, fue así como durante las décadas de los años veinte y treinta esta agrupación funda un sinnúmero de asociaciones charras en la república mexicana. La constitución de la Nacional de Charros marcó un “renacimiento” de la figura del charro y la charrería, ya que ante una especie de agonía sufrida en las décadas anteriores, el charro empieza a luchar por su supervivencia y por un nuevo espacio en el escenario del México posrevolucionario. Es claro que para principios de la década de los veinte la figura del charro comenzaba a imponerse como un ícono de “lo mexicano”, son los propios charros a través de panfletos, notas periodísticas, concursos y variadas actividades públicas quienes iban conformando las características físicas y emocionales de su figura, con el tiempo se fue imponiendo como modelo de representación nacionalista. A partir de los años veinte y treinta la estampa del charro, ahora acompañado de su china poblana bailando el jarabe tapatío o montando a caballo, fue superando otras representaciones regionalistas como una de las imágenes para identificar “lo mexicano”. Sin embargo, fueron los medios de comunicación masiva dirigidos a los espacios populares, los que más contribuyeron a la consolidación de la imagen; así, mientras los charros adquirían una presencia cada vez más evidente sobre todo en la capital, en ciudades como Guadalajara, Toluca, Puebla, Morelia, Querétaro y Pachuca se cimentaba la imagen del charro y la china a través de la proliferación de asociaciones charras que se organizaron siguiendo el ejemplo y las directrices de la asociación primada. Aunque los charros reales veían con beneplácito la popularidad que alcanzaba su simbolismo, no dejaron de expresar inconformidad ante las representaciones populares de la figura de otros “charros” quienes en ocasiones se presentaban en el teatro de revista con prendas erróneas y haciendo desfiguros no propios de la práctica real charra. Fueron varios los artistas de renombre que se vistieron con el traje de charro y la china. Hacia el 1933 el Presidente Abelardo L. Rodríguez reconoce a la charrería como el “deporte nacional”, la charrería ahora mejor organizada adquiere una importante presencia ya que al formarse la Confederación Deportiva Mexicana ésta solicitó a las actividades deportivas la organización de federaciones, para lo cual se fundó la Federación Nacional de Charros. Es el cine el que contribuye a consolidar la figura del charro y esta figura es a su vez el gran motivo de las pantallas que permiten el fortalecimiento y solidificación de la industria cinematográfica mexicana y posrevolucionaria. Si bien hubo un pequeño asomo en el cine mudo, en el cine sonoro los charros aparecen en cantidad y en calidad. Películas tan exitosas como "Allá en el Rancho Grande" y "¡'Ora Ponciano!", afirman el nacionalismo que proviene de la imagen del charro, el público muestra interés en ver más producciones de este tipo. La tradición tiene entonces un gran peso tanto como fuerza articuladora como fuerza que se resiste a los cambios y las transformaciones, es decir “como conservadora de lo auténticamente mexicano”. Es en estos años cuando se forma el espectáculo ya sea de competencia o de exhibición con las nueve suertes charras y que se denominan Charreadas.
Las suertes charras son:
Cala de Caballo: Es una demostración al público de la buena enseñanza y entrenamiento del caballo que incluye brío, andadura, galope, carrera y mansedumbre.

Piales: Significa lazar yeguas domesticadas únicamente de las patas traseras, no se busca derribarla sino disminuir su velocidad y detenerla.

Coleadero: Supone derribar un toro en plena carrera, tomándolo de la cola con la mano y amarrándolo en la pierna del charro.

Jineteo de toros: Consiste en montar un novillo y permanecer en el lomo del animal hasta que haya dejado de reparar o brincar.

Terna en el ruedo: Los participantes en esta suerte siempre serán tres charros, se busca lazar la cabeza de un toro previo floreo de reata para posteriormente derribarlo habiéndolo lazado de las patas con floreo de reata.

Jineteo de Yeguas: Significa montar una yegua cerril hasta que deje de rebrincar o reparar.

Manganas a pie: La mangana consiste en lazar únicamente las manos del animal y derribarlo cuando éste pasa a toda velocidad previo floreo de reata Manganas a caballo: Es derribar a una yegua cerril realizando floreo de reata a caballo para posteriormente lazarla por las manos. Paso de la muerte: Consiste en que un charro, montando en pelo (sin silla) en un caballo domado y educado corra paralelamente a una yegua cerril para brincar pasándose a los lomos de esta última. Importante añadir la participación de la Escaramuza Charra, que es como se conoce al conjunto de ejercicios que a manera de carrusel, acompañadas de música ranchera, realiza al galope un grupo de cuando menos 8 niñas y/o señoritas vestidas de rancheras mexicanas y montadas al estilo mujeril. Es la participación de la mujer mexicana de a caballo en la tradición charra y es pieza primordial en el espectáculo charro por su alegría y colorido. El charro desde siempre ha establecido una relación diferente a la que pudiera considerarse como con un animal de transporte, es en tiempos pasados el cómplice en las guerras, es una arma preciada y muchas veces única, la sola presencia de charros montados a caballo puso en fuga al adversario. No sólo el caballo ha servido para trabajar, los charros han establecido un particular efecto en la domesticación de la bestia, tiene así una relación distinta con su dueño o amo, a cada caballo se les ha adjudicado inclusive la característica de individuos. El caballo charro por su naturaleza y forma de ser mantienen su individualidad aunque poseamos varios, cada dueño conoce características propias de cada uno y los cuidados también son distintos para cada uno. En una cuadra de caballos charros se les conoce primero por su color de pelaje así como por su comportamiento, esto significa que existe una relación de afecto que no ocurre con otras especies de animales. Durante estos años se consolida el modelo de transmisión de la tradición con la creación de asociaciones familiares es decir agrupaciones donde de padres a hijos y de abuelos a nietos se van dejando los conocimientos sobre los tres pilares que sostienen a la tradición, el deportivo, el cultural y el social. Es por ello que dentro de este modelo de difusión y herencia de la tradición la familia es el eje fundamental y medula espinal de la actividad charra. Las charreadas siempre inician con el desfile de los protagonistas escoltando a su estandarte representativo de su agrupación y son acompañados de la Marcha a Zacatecas. En el transcurso de la charreada ésta es amenizada por un mariachi quien interpreta música ranchera mexicana. Al fin de la Charreada al menos una pareja conformada por un charro y una china bailan el Jarabe Tapatío que es un baile tradicional mexicano que se considera como un cortejo de amor entre el hombre y la mujer. Llegó a ser decretado en los años veinte como el jarabe oficial de los escolares mexicanos. El traje de charro se ha considerado como el “traje nacional”, se clasifica en cuatro diferentes categorías de acuerdo al uso que se le dará por lo que el traje más usado es el de Faena, aunque también son usados los de Media Gala, Gala y Gran Gala, a la vez que para las ceremonias sociales se usará el de etiqueta. Las escaramuzas utilizan el traje de Ranchera y de Charra, dejando para las ocasiones especiales el de China Poblana.
Funciones sociales y culturales

La imagen que ha representado la mexicanidad más frecuentemente es la del charro, ese varón que usa traje propio para montar a caballo, un sombrero de ala ancha y que lleva una soga en la mano. Esta imagen ha dado la vuelta al mundo y es reconocida en todas partes como propia de México, a pesar de la pluralidad cultural y étnica que contiene la nación. La imagen del charro se convirtió en un símbolo nacionalista de México en la segunda y tercera década del siglo XX, cuando el Estado posrevolucionario desplegaba todas las estrategias posibles para consolidarse, para unificar la nación y lograr la paz social. La representación del charro condensa diversos elementos. Por una parte representa un discurso nacionalista y una supuesta modernidad; por otra parte, construye una identidad afincada en un pasado mítico que se proyecta al futuro sobre la necesidad de producir una identidad social, y cultural de acorde con el nuevo contexto. El charro y la charra son el bien transformado de una materia prima que proviene de los valores éticos y morales que proceden de la familia mexican,a es por ello que la identidad se forja conforme a estos valores, los cuales transmite con su simple imagen. La fiesta charra o charreada, es actualmente el escaparate público en el que se pone en escena todo un discurso conformado por signos visuales como los trajes, los caballos, las habilidades deportivas, las artesanías, también comparecen los signos auditivos como la música, el argot charro, los dichos y refranes y lingüísticos (los relatos escritos y orales, la historia charra, los discursos) sobre la mexicanidad, en la cual están presentes la lógica del desarrollo nacional. Las Charreadas son un espectáculo producto final de la suma de arduos entrenamientos donde las generaciones actuales comparten sus conocimientos con las nuevas, como se ha hecho de generación en generación por muchos años, estos festejos colaboran de manera destacada a la transmisión de las tradiciones y valores a los grupos no charros a partir del espectáculo mismo. El charro ha sido útil para el proceso de producción de la imagen del estado nacional mexicano, tanto para el consumo internacional como para consumo interno, creando una representación para los eventos de todo tipo para el turismo y para el consumo interno en las fiestas nacionales y cualquier otro momento social o cultural en el que se trate de mostrar de un solo golpe la imagen “de lo mexicano”. Por otra parte, la práctica de la charrería involucra un número importante de sectores productivos y sociales; entre los que destacan: criadores de caballos y ganaderos de bovinos; arrendadores de caballos; productores rurales de forraje y alimentos para caballos y ganado; transportistas de caballo y ganado; veterinarios y herreros; artesanos de fustes, talabartería, herrajes, textiles, cuartas, bordadores en pita, machetes, mantillas, sarapes y arreos para caballo; fabricantes de reatas; fabricantes de artículos para caballos, herreros y orfebres; fabricantes de espuelas, frenos, cabezadas y hebillas; empresarios de espectáculos; arrendadores de equipo para espectáculos; locutores; grupos musicales; mariachis y bandas de guerra; sastres y costureras tradicionales; sombrereros; fabricantes de botonaduras; reboceros; fabricantes de corbatas y fajas; zapateros fabricantes de botas y botines
Riesgos

La charrería ha mostrado un crecimiento engañoso desde hace un par de décadas en el número de asociaciones charras existentes, ya que si bien han aumentado la realidad es que se trata del resultado de su propia atomización, lo que puede comprenderse al pensar en el modo de reproducción del que depende la tradición charra, pero también del desgaste que ha sufrido la charrería como grupo significativo en la cultura nacional. Es innegable que el charro que se sigue considerando símbolo de lo mexicano pero ahora compite con otras figuras que han entrado en el escenario mundial de los estereotipos culturales tales como los norteños de las bandas musicales o los cowboys norteamericanos, que son figuras probablemente con la lógica de la globalización y en las que se manifiestan las nuevas identidades que se producen bajo su influencia: identidades más flexibles, híbridas y más móviles. La pérdida paulatina del terreno simbólico de la charrería en el panorama cultural nacional se puede observar de diferentes maneras tales como; la ausencia de público en las charreadas en las ciudades con alta población, la casi nula presencia de la actividad en los medios masivos de comunicación, la poca comparecencia de los objetos elaborados por nuestros artesanos en el escenario cultural del país, la pérdida de autenticidad de estos objetos los cuales se han venido deformando producto del contexto económico y la falta de conocimiento de charros con pocos años de participación pero con poder económico. Se ha producido un desbalance en los tres elementos sustentables de la tradición (deportivo, social y cultural) ya que el sentido de competencia deportiva ha enfermado al origen mismo de la charrería -la convivencia- que es la médula espinal de la tradición, ahora se tienen agrupaciones y charros compitiendo con prácticas no del todo éticas con el fin de ganar premios importantes, lo cual devalúa a su imagen y a los elementos constructivos que llevaron al charro a convertirse en un ícono de identidad nacional. En anteriores generaciones el simbolismo charro era conocido por casi todos los sectores de la población, sin embargo las generaciones actuales ante el embate de las nuevas imágenes y figuras desconocen la tradición, es por ello, que el futuro parece estar marcado por los mismo signos que han hecho tambalearse las fronteras simbólicas de todo grupo cultural bajo el embate de las nuevas expresiones y de los nuevos contextos económicos de nuestros tiempos. El charro vuelve así a casi 90 años de haber recuperado su tradición a encontrarse en una situación con figuras que posiblemente representan de mejor manera el mundo actual, cada vez más globalizado y más diverso, pero no necesariamente con mayores valores e identidad. La figura del charro está dejando de ser también útil para describir el supuesto sujeto social del país a partir de la creación y manejo de una imagen con referente real que encarna características, valores y comportamientos deseados; y, por último, esta figura puede servir también para fines de modernización en el sentido de que, al ser parte de la cultura, puede promover ideales y valores que el mismo estado considera sustantivos para el desarrollo nacional. Es necesario revalorizar la imagen del charro lo cual solo podrá hacerse a través de la comprensión de que la cultura es móvil e histórica y que si la actualidad plantea nuevas exigencias, es posible hacerles frente mediante la evaluación y consecuente valorización de las políticas actuales de las agrupaciones charras las cuales deberán de orientarse a retomar los valores fundacionales.
Medidas de salvaguardia

Es necesario retomar los valores primigenios que dieron lugar a la tradición charra, la convivencia, la familia mexicana y la transmisión de los valores y principios de ética esenciales de los mexicanos. • Es ineludible que la charrería retome sus valores pero a la vez que estos sean difundidos hacia la sociedad, para ello es perentorio el uso de los medios de comunicación masiva para llevar este mensaje a nuestros congéneres. • Es imperioso proteger el trabajo con sus formas y diseños originales de los artesanos que proveen a la tradición charra, para ello será necesario formar un comité de autenticidad que certifique a los usos de los objetos charros como se tiene en otras prácticas del país. • Es urgente retomar el modelo de transmisión de la tradición con la creación de asociaciones familiares o la creación de agrupaciones que tengan en su misión la herencia hacia los niños y niñas de la charrería pero con la enseñanza sobre cada uno de los tres pilares de la actividad. • Es necesario despresurizar el ambiente de alta competencia deportiva que se tiene actualmente, y que no promueve los valores éticos y morales que debe de tener una tradición que es ícono de identidad nacional, para ello es posible dictar políticas públicas que permitan a los charros regresar a su origen. • Es ineludible el que la charrería se practique bajo los valores democráticos más elementales señalando la equidad de género como uno de ellos ya que en la actualidad no llega a manifestarse de manera importante en la toma de decisiones de muchas asociaciones y la propia Federación Mexicana de Charrería.
 
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Fecha de última modificación: 26 de agosto del 2016, 16:59
Información proporcionada por:
Red Nacional de Información Cultural
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